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domingo, 21 de febrero de 2010

JOSÉ CASTAÑO Profesor de Primaria de 92 años

Hoy, he elegido este artículo de la prensa, me ha encantado porque José Castaño, no ha desperdiciado su vida, ha vivido y vivirá con enfoque. Dejó escrito Bukowski: "Sé amable, a uno le piden que entienda amablemente todos los errores de los otros, sus vidas desperdiciadas, sobre todo si son de edad avanzada. Pero su edad es lo único en lo que nos fijamos, han envejecido mal porque han vivido sin enfoque, se han negado a ver (...) La edad no es un crimen, pero la vergüenza de una vida deliberadamente desperdiciada entre tantas vidas deliberadamente despediciadas, sí lo es.

José Castaño tiene una perspectiva única de la educación. Represaliado tras la Guerra Civil, recuperó su plaza de docente en 1975. Hoy, con 92 años, y sin cobrar, sigue dando clase.

A punto de celebrar su 93 cumpleaños, José Castaño acude cada mañana a dar clase al colegio público de Murcia que lleva su nombre. Sin cobrar, por puro placer. Este profesor de ojos mitad verdes y mitad azules que miran sin necesidad de gafas, de sonrisa tímida y constante, fue represaliado por el franquismo durante 36 años eternos.

El viejo profesor aprovecha a diario los recreos para salir a tomar un café. Café solo y corto que no puede beber sin fumarse un cigarrillo. Entre sorbos cortos y largas caladas dice que mira con esperanza el pacto por la educación
"Creo que es una buena idea porque el sistema educativo no puede cambiar constantemente en función del partido que esté en el poder. Es fundamental que eliminemos el matiz ideológico de las aulas. Deberíamos mirar el modelo francés, donde estas decisiones no las toman políticos, sino funcionarios especializados y capacitados para crear un modelo que funcione y se prolongue en el tiempo sin lastres dogmáticos".

Castaño habla con la perspectiva de un hombre que ha vivido a pie de aula la evolución de la educación en España de los últimos 35 años. Y un hombre que, todavía antes, fue apartado de la enseñanza, precisamente, por razones ideológicas. "Luché con el ejército republicano en el frente de Teruel durante un año. Había militado en el Partido Radical Socialista y en Unión Republicana".

Le trasladaron a la prisión de Totana (Murcia), donde completó su periplo carcelario de dos años y medio. "Allí terminé enseñando a alumnos analfabetos y organizando un curso de geografía". El profesor, pese a todo, cree hoy que su paso por prisión le enriqueció como persona "por las experiencias acumuladas".

Hoy, echa un vistazo a su alrededor y no le parece razonable, por ejemplo, la polémica sobre la necesidad de reforzar la autoridad de los maestros. "He oído que pretenden recuperar la tarima para elevar la autoridad del maestro. Eso son estupideces. No creo que los niños de ahora sean peores que los de las generaciones anteriores. El problema es que no recordamos cuando nosotros éramos chiquillos. Nunca se comportarán como un adulto. Si intentas imponerles algo lo rechazarán. Se debe razonar con ellos con cariño y paciencia. Ése es el único camino para que aprendan y respeten a los docentes".
Tampoco cree que los maestros reciban en la actualidad la formación adecuada. "Dominan perfectamente las materias, pero desconocen cómo deben impartirlas en el aula porque sus periodos de prácticas son mínimos. Y de ahí derivan la mayoría de trabas con los alumnos. Los maestros deben ser capaces de convencer a los niños de que están en lo cierto argumentando. Es así como se alcanza una autoridad moral sobre los niños, que no son tontos, y lo palpan enseguida".

El maestro mira atrás y se queja: "Destruyeron a la mejor generación de profesores que ha tenido jamás este país, la que se formó con el Plan Profesional de la II República, aquella a la que enseñaron a enseñar". Recuerda que la depuración que el régimen hizo del cuerpo de magisterio fue "terrible y a conciencia". Los que habían cursado sus estudios durante la guerra tuvieron que repetirlos. "Y al resto, ni nos dejaron incorporarnos. Eso sí, como les hacían falta profesores, le dieron el título a muchos afectos al régimen que no habían pisado un aula en su vida", lamenta.
Cuando Castaño alcanzó por fin su plaza en 1975, sólo le faltaban nueve años para la jubilación. Cuando ésta llegó, solicitó seguir trabajando y, desde 1999, bajo la figura legal de Voluntarios para la Educación. "Y hasta hoy". En 2007 recibió la medalla de oro al mérito en el trabajo. "Yo me considero más que pagado por poder seguir viniendo a dar clase. Lo haré mientras el cuerpo y las facultades me lo permitan".

Fuente: El País

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