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sábado, 21 de agosto de 2010

Autonomías sí, autonomías no.


Muchas personas se preguntan: ¿para qué queremos autonomías? ¿para qué queremos un ministro allí, un conselleiro aquí?. Muchas creen que es una discriminación latente, un gasto innecesario, una manera de no saber a qué atenerse. Alegan que dificulta la legislación aplicable y seguridad jurídica del ciudadano y sólo ven problemas en el hecho de que este país español adoptara un sistema interno plurilegislativo.

Otros van más allá, se cuestionan: ¿para qué queremos países?. Hay que eliminar todas las fronteras, hay que quemar todos los pasaportes y las tarjetas de residencia. Que eres un ser humano, es suficiente para entrar a cualquier país. Quieren un solo mundo, para que no haya guerra y no sean necesarios los soldados. Quieren un gobierno mundial. Quieren que el presidente del gobierno mundial sólo sea presidente durante seis meses, para que no pueda hacer ningún daño.

Al escuchar estas dos propuestas, muchos considerarían muy loable la primera, de locos la segunda, o al revés, pero si te paras a meditar sobre el tema, tal y como trato de expresar Aldous Huxley, 1894-1963. Novelista, ensayista, crítico y poeta inglés, en su obra Un mundo feliz (1932), éste ideó que la última causa del bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás. Sin olvidar, que nunca es igual saber la verdad por uno mismo que tener que escucharla por otro.


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