Los hijos son los que deben elegir a sus amigos, pero a veces hay que actuar cuando pueden suponerle conductas de riesgo.
«¿Qué hago si mi hijo va con malas compañías?», se preguntan muchos padres desesperados al ver cómo la vida de un hijo puede verse influenciada de manera negativa y tirado en la cuneta todo el esfuerzo por darle una buena educación. Lo primero de todo, no hay que alarmarse. Cuando llega la adolescencia, e incluso antes, los hijos ya dan muestras claras de con quién les gusta pasar más tiempo y cada vez reclamarán salir más de casa para estar en pandilla.
Lo que está claro es que son ellos, y no los padres, los que deben elegir a sus propios amigos. Quizá no exista el amigo perfecto para nuestros pequeños —siempre queremos el «amigo 10»—, pero si realmente hay evidencias, más que sospechas, de que la actitud de nuestro hijo ha cambiado de forma drástica y tiene comportamientos inadecuados por su grupo de amistades, lo mejor es actuar.
El psicólogo Ángel Peralbo, autor de «El adolescente indomable»apunta que lo primero que hay que hacer es no demorar la intervención. Para ello hay que manener una conversación en la que los padres expongan de forma clara las razones que les preocupan y que les ha llevado a contárselo a su hijo. «Hay que dejarles claro que el hecho de que no se le permita ir con esos amigos no quiere decir que no salga de casa con otras amistades». Añade que se le explique que son conscientes de que se enfade y que sus derechos son mermados hasta cierto punto, pero que no es la intención. El objetivo es protegerle de cierto círculo de amistades porque están seguros de que no son las adecuadas para él.
Es importante transmitirle que esperan que lo entienda y advertirle de que habrá consecuencias si no cumple y explicarles cuáles son.
Peralbo recomienda evitar hacer de este asunto un drama. «Al principio sus reacciones puedan ser muy negativas y le cueste aceptar la intromisión por parte de sus padres, pero hay que perseverar».
Por último, se debe procurar que no suponga un problema en otras áreas. Es decir, «esforzarse por aislar este asunto y, aunque él pretenda abanderar una lucha a través de ello, evitarlo por todos los medios, huyendo de conflictos y discusiones al respecto y tratando con mayor normalidad el resto de cuestiones cotidianas en casa».
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